La república de Páez

Venezuela en no pocas oportunidades ha servido como caso de estudio para los interesados en las ciencias sociales. Sin pretender entrar en la discusión sobre la pertenencia o no de la Historia como ciencia social, asumiremos aquí que se encuentra indisolublemente ligada a las mismas, de forma tal que cobra sentido la afirmación que alguna vez hizo Schumpeter, que aquí parafraseamos, que de todas las dimensiones importantes para la economía, la histórica es acaso la más importante.

Hoy día se desconfía del sector financiero, y muchas veces con razón. Suele pasar que en la mayoría de los países los banqueros se han convertido en un sector protegido, destruyendo la dualidad ganancia-pérdida, tan necesaria para el funcionamiento adecuado del sistema capitalista de libre empresa. Muchas veces, los venezolanos de la intelligentsia consideran que debe protegerse a tirios (banqueros) y troyanos (deudores) para que se garantice un equilibrio entre las partes fomentando la armonía de intereses. Asimismo, la gran mayoría de los intelectuales, consideran que, en pos de un beneficio colectivo, las autoridades estatales han de establecer de forma centralizada las tasas de interés (sean referenciales por lo general); la libertad bancaria de fijar las tasas de interés sobre sus préstamos es nociva ya que tenderá a la usura y perjudicará a los deudores.

Opiniones como estas no solo son propias de nuestra realidad de hoy, donde pululan. Nos llevan a nuestra historia, más concretamente a los principios de Venezuela como república independiente. Por entonces se llevó adelante lo que Manuel Pérez Vila (1992) caracterizó como el gobierno deliberativo, coincidiendo además con la creación de las primeras entidades bancarias del país (con capital inglés, y a veces mixto por participación del gobierno como accionista), recordemos que hasta entonces existían las casas financieras donde los alemanes tenían una presencia importante. Por entonces las tasas de interés y los préstamos se generaban libremente, y, contrario a lo que se piensa, de acuerdo a lo señalado por Pérez Vila quien se basa en los datos de la Hacienda Pública nacional, los intereses no propendieron al alza, sino que se ubicaron en torno al 11 y 12% (llegando incluso al 9%), difícilmente alguien puede concebir estas tasas como usureras, sobre todo cuando hoy tenemos tasas un poco superiores y se habla de tasas muy bajas que solo fomentan aun más el consumo.General y Presidente de Venezuela José A. Páez

Sucede que, incluso, en un marco de relativa estabilidad pues eran frecuentes los alzamientos, el sistema de libertad financiera estaba resultando, y la muy golpeada economía a consecuencia de la guerra se estaba recuperando. Por supuesto, no se trató de una recuperación milagrosa y acelerada, sino que estaba basada en un esquema de crecimiento moderado y recuperación de capitales derruidos por la guerra. Y a pesar de todo, el sistema funcionó muy bien, se replantaron haciendas, se reiniciaron actividades abandonadas, el sector ganadero repobló sus fincas, y la artesanía encontró nuevos consumidores. Sin embargo, dadas las peculiaridades del comercio exportador nacional, nos encontramos ante el problema de exportar productos de consumo suntuario (café y cacao), reemplazables (añil y cueros) y con dificultades para incrementar la producción y encontrar nuevos mercados (carnes, que por razones técnicas no podía llegar más allá de las islas del Caribe). A fin de cuentas, Venezuela no era «indispensable», y no se producían avances tecnológicos en estas tierras, el sistema requería más estabilidad, y por supuesto, tiempo.

Cuando se hizo complicado para los artesanos competir con los productos que llegaban de Inglaterra y otros países más avanzados en el proceso de desarrollo capitalista, se iniciaron las peticiones por parte de los grupos de interés afectados. Agricultores y artesanos empezaron a demandar mayores protecciones así como también políticas crediticias preferenciales, y de esta forma sectores que anteriormente se habían enfrentado o por lo menos tolerado como enemigos potenciales, se coaligaron para demandarle al Estado y su administración las protecciones que requerían para «sobrevivir y prosperar». Hasta finales de los años 30, Venezuela había seguido una política muy cercana a principios «manchesterianos» que tanto le había funcionado a Inglaterra, por supuesto aun se tenía que avanzar en muchos frentes, pero la apertura en todos los sentidos rendía sus frutos, la prensa era permitida, se eliminaron los monopolios de los que gozaba el gobierno, y se procedió hacia la separación de la iglesia y el Estado (permitiéndose además la entrada a nuevas iglesias como la anglicana, e incluso religiones como la judía).

Pero en lo económico también se reportaron logros, la producción no solo creció, sino que la población también la acompañó en crecimiento. Venezuela fue muestra, mientras duraron los 17 años del gobierno deliberativo bajo la égida de Páez (quien merece ser rescatado ante la opinión pública), de que el proyecto de amplias libertades en el terreno económico produce bienestar colectivo. Evidentemente, Venezuela no poseía las características necesarias para alcanzar el ritmo de crecimiento inglés, mucho menos el norteamericano. Pero durante esos 17 años el país recobró una paz relativa e inició el avance, retrasado por la crisis política de 1846-1847, y con especial énfasis con el ascenso de los Monagas al poder, quienes, en conjunto con los partidarios del «liberalismo» venezolano (Guzmán y compañía) no dudaron en valerse de las malas prácticas del paecismo, y agregarles varias propias.

El fracaso del modelo, agotado por sus fallas políticas que le impidieron generar mecanismos eficaces de resolución de conflictos, se debió en gran parte por inmadurez política de «liberales» y «conservadores», quienes fueron incapaces de generar acuerdos para compartir el poder y alternarse en el mando dentro de un sistema electoral semejante al que se desarrolló en otros países. Así, el monaguismo se encumbrará sobre los conflictos generados tras la amenaza de victoria de Antonio Leocadio Guzmán, y la llegada del primer Monagas al poder como candidato conservador con simpatías dentro del liberalismo. Como es sabido, Monagas solo perseguirá aumentar su poder y el de su familia, a costa del resto de los grupos sociales postergando la resolución de los conflictos latentes entre los grupos de interés y las clases discriminadas en el ejercicio del poder y el usufructo de los privilegios conduciendo finalmente al hecho sangriento de la Guerra Federal.

¿Qué entendemos por libertad?

Cuando hablamos de libertad en conversaciones del carácter que sean, nunca puede dejar de aparecer el problema que Schumpeter enunció a mediados del siglo XX en su famoso libro “Capitalismo, Socialismo, y Democracia”: sucede que, cuando discutimos temas, a veces los espacios desde donde partimos complejizan, cuando no impiden, el entendimiento. Claro que Schumpeter lo explicaba en el marco de los dos esquemas de pensamiento que le preocupaban especialmente en la obra: el pensamiento capitalista democrático (y sus tendencias inherentes) y el socialismo democrático (no confundir, aunque sí asociar con la socialdemocracia).

En muchas ocasiones las discusiones entre, llamémosles, socialistas, conservadores, y liberales (agregue los términos que prefieran, generalmente aplican) suelen entrar en impases donde pareciera que la discusión gira en torno a dos o más nociones completamente distintas entre sí. Esto sucede por diferencias importantes en lo que Schumpeter designó como universo simbólico. Son estas diferencias entre los universos que manejan las partes por lo que se dificulta o impide una discusión constructiva, y muchas veces se termina en derroteros estériles para los acuerdos.

Si no existen acuerdos mínimos en cuanto a conceptos con los cuales aproximarse a la discusión, si, básicamente, se hablan dos lenguajes disímiles, entramos en el terreno de lo incierto. Hablar del tema de la eficiencia es un ejemplo claro. Para cualquiera que consulte un diccionario básico puede encontrar una definición de la palabra de la forma más neutra posible, sin embargo, el modo en que adjudicamos la finalidad de la misma como actitud o valor ante una situación humana puede variar notablemente.

En cierto sentido es un retorno al Wittgenstein advirtiendo que los límites del mundo están en los del lenguaje que para aprehenderlo, solo que en este caso el contexto varía y se asemeja más a sus desarrollos posteriores sobre la practicidad del lenguaje. Schumpeter se refería al hecho de fundamental del universo simbólico como generador de conciencia (en el sentido de superestructura marxista), y lo que le preocupaba realmente era el dominio del mismo por parte de las fuerzas ajenas a la lógica capitalista. Por supuesto, en la obra del economista se encuentra siempre el tono pesimista de quien consideraba al capitalismo como sistema superior, pero condenado por su propio éxito a generar grupos que, presas de la lógica competitiva electoral y sus políticos, demandarían cada vez más bienes que se obtendrían de forma redistributiva trastocando el proceso productivo que los generó en un primer momento.

Al discutir, no sólo reconocemos la existencia del otro y su propiedad sobre sí mismo (como sostienen Hayek, Hoppe, y Habermas), sino que además, reconocemos que el otro desde su alteridad posee una opinión con la que nos interesa relacionarnos para la finalidad que sea. Pero al momento de intercambiar opiniones, los conceptos no previamente aclarados y acordados tienden a generar problemas, eso no quiere decir que se requiera definir cada palabra, pero sí que debe tenerse cuidado al utilizar nociones no generalmente aceptadas.

Vuelvo al título de este escrito “¿Qué entendemos en Venezuela por libertad?” para retomar una pregunta que se relaciona con todo lo anterior en la forma que la libertad ha sido, y sigue siendo, un problema que se ubica en el centro de una discusión aparentemente sin fin: el problema de la libertad en el orden social. Y es que no se puede avanzar en la ciencia política hasta tanto no se ha cimentado claramente el asunto de qué entendemos por libertad, y hasta donde se puede tolerar, por parte de quienes la consideran un obstáculo/peligro para el orden; permitir, para quienes no es más que una inevitabilidad desagradable para sus planes de organización social; defender, por quienes la consideran parte inalienable de cualquier ser humano.

Sin embargo, es rara la ocasión donde alguna de estas actitudes se presenta de forma pura, creo que pueden tener un valor importante como arquetipos o ideal tipos, con lo que, haciendo una definición muy clara y exhaustiva de los mismos (entendiendo sus limitantes inherentes como conceptos no omniabarcantes de una realidad mucho más compleja) se pueda entender y discutir actitudes y visiones de mundo disímiles, permitiéndonos reformular la pregunta de forma que cada quién se pregunte:

¿Qué entiendo por libertad? Y ¿Qué entienden otros por lo “mismo”?

Razones para aprender economía.

Primero que nada se debe entender algo, la economía no se reduce a modelos, mucho menos a funciones matemáticas. Esta noción no ha hecho más generar daños a la capacidad de conocer la realidad. Incluso, al separar la economía en dos no se ha alcanzado el objetivo original cartesiano de separar las partes que componen un todo para así analizarlo mejor, sino que por el contrario, la confusión parece haber aumentado a raíz de  mecanicismos como el hombre económico y sus acciones siempre racionales maximizadoras de la utilidad.

Sin embargo, no es criticar las suposiciones racionalistas y matemáticas de los economistas lo que me preocupa aquí, sino el abandono aparente que muchas otras profesiones hacen del estudio económico.  Lo anterior se aplica en especial al caso que me interesa en particular, el de la sociología. Si bien solo puedo comentar sobre el caso que me atañe, por comentarios y reconocimiento progresivo de otras experiencias educativas en otros centros universitarios donde se da la carrera de sociología las situaciones me resultan muy familiares, y aunque no me aventuraré a asumir que lo que pasó en mi experiencia es generalizable, pienso que puede servir como testimonio sirva para que otros, con situaciones similares, se pregunten por las raíces del problema.

A fin de cuentas, ¿cómo es posible que una ciencia con pretensiones la ciencia imperialista por excelencia, aquella que acumule para sí todos los aportes de las otras ciencias y les de coherencia en colectivo, aquella que pretende tener un conocimiento complejo para abordar una realidad compleja tenga por conocimiento marginal a la ciencia económica? Razones hay muchas, pero creo que hay 3 principales:

1)      Prejuicios: se asume que la economía es una ciencia al servicio de los grandes intereses económicos, y que, enmarcada en una racionalidad que le es propia, solo contribuye a los intereses del capitalismo (suficiente para ser execrada de los estudios humanos). Como pueden presumir, esta es la actitud que toman quienes se asumen petulantemente con un conocimiento superior, más real, o más humano de la realidad social.

2)      Pereza: tiene que ver con lo anterior, pero implica una cierta pereza especial el asumir que el conocimiento es fundamental para el desempeño de un sociólogo, y no esforzarse por recolectar un conocimiento que, nos guste o no, ocupa titulares, opiniones, y decisiones de miles de millones de personas a diario. Mucho peor es cuando se estudia economía marxista y se piensa que se alcanzó la tapa del frasco, cuando en realidad se estaría en la parte más baja del mismo.

3)      Resentimiento: asumo que esta es la más simple de todas. En las escuelas de sociología no se le da un tratamiento serio al estudio de la economía porque muchas de sus enseñanzas y hallazgos van en contra de supuestos establecidos en la sociología tradicional de nuestro país (no caigan en arrogancia los economistas, lo mismo pasa a la inversa en las escuelas de economía). De esta forma, se asume que una de las dos áreas debe estar equivocada, y como es normal, donde no se puede llegar a una discusión sintética, uno de los dos debe caer.

De esta manera nos encontramos ante una realidad bastante difícil de superar, sociólogos y economistas hablamos lenguajes muy distintos. Asumo que esta realidad se mantendrá, por lo menos en mi alma máter, hasta tanto no se profundicen los canales de diálogo académico que nos permitan debatir, polemizar, y finalmente acordar de cara a la construcción de nuevos conocimientos para las ciencias sociales en Venezuela.

Esa es la razón por la que aún hoy una escuela de Sociología pretenda enseñar que la única teoría del valor es la del valor trabajo y que las relaciones económicas son juegos que suman 0; y que una escuela de Economía pretenda enseñar que los seres humanos somos seres enteramente racionales y que las acciones y decisiones solo deben ser juzgadas en términos económicos.

Pienso que para realmente aprender sobre un tema trascendental, se requiere superar estos y otros problemas. Un mundo complejo requiere un conocimiento complejo aunque sin pretensiones omniabarcantes (por cuanto imposibles). Claro que este esfuerzo parte de la persona interesada, siempre se puede opinar de un tema sin conocimiento, a fin de cuentas no hay una conexión entre opinar y saber (a veces, pareciera inversa). Pero si se quiere aprender de un tema en el mundo académico se requiere de estudio abocado, no sólo a lo que nos gusta o imparten, sino muchas veces a lo que no.

El pasado de la libertad en Venezuela.

Generalmente la historiografía latinoamericana es muy pródiga en críticas a los esquemas estatales del pasado, especialmente por su incapacidad de garantizar estabilidad y afrontar los desafíos que, con mayor o menor frecuencia dependiendo del país que se trate, el caudillismo y, visto en retrospectiva el “state building”, representaba para las élites gubernamentales que asumieron a principios del siglo XIX el reto de levantar Estados nuevos transformando radicalmente los procedimientos e instituciones coloniales.

La “construcción” del Estado en Venezuela fue un proceso traumático y sangriento, pero también cercano a un ejercicio fallido. Durante años algunas de las mentes más brillantes (Santos Michelena, por ejemplo) se desvelaron, sin saber realmente qué dimensiones tenía y dónde sus límites exactos,  ante el problema de cómo establecer un orden social “estable” con una población reacia a aceptar autoridades de una ciudad lejana que algunos ni siquiera habían escuchado nombrar. De esta forma nuestros primeros años son de fronteras variables y un problema básico del orden social que no se resolvió durante mucho.

Partimos de 1830, ya que antes Venezuela como Estado-Nación no existía, y aunque para que esta unidad nacional se de en forma efectiva hay que esperar más, podemos entender que luego de la separación de Colombia (la “grande”), Venezuela como república y su gente como ciudadanos de Venezuela, es decir, los habitantes venezolanos de cualquier territorio y sus gobiernos (que al final también son personas venezolanas) “parten” de septiembre de 1830.

Páez, muy disminuido hoy día, excepto (y como siempre) para hablar de sus méritos militares, conoció una gran verdad durante sus campañas: que los caminos son la clave para la integración del territorio. En sus campañas los caminos, o más bien la falta de ellos, le separaron de llegar a Oriente, y como a muchas personas antes y después que él, no era agradable hacer un viaje de semanas hacia una ciudad portuaria para luego ir a otro puerto y retomar el camino que le llevara a su destino final ya que no había vía directa entre tales poblaciones. Durante su gobierno se darán los primeros pasos reales para el establecimiento de una red de caminos. Si bien es cierto que Páez utilizó el camino de la dictadura y la perpetuación en el poder, no es menos cierto que a esto no escapó durante el siglo XIX más que por voluntad propia el General Soublette, y ni el mismísimo Bolívar (para algunos el sol de Latinoamérica y el mundo) puede escapar a estos reproches.

Así como la libertad de tránsito existió, el proceso de hacerla más efectiva se demoró más tiempo, la prensa libre y la libertad de expresión también sufrió. Aquellos períodos donde Leocadio Guzmán polemizó con Juan Vicente González son acaso uno de los momentos históricos más pintorescos y complicados. No entender que esas disputas eran parte de la libertad de expresión como también lo era el respetar la opinión de terceros trajo consigo nuevamente la visión (heredada del bolivarianismo) de que cualquier crítica es traición y como tal debe ser castigada. La prohibición de la prensa libre, la prisión para articulistas (entre ellos el polémico Guzmán), muestran un derecho poco respetado si se toma en cuenta que este no fue un hecho aislado.

Otra libertad muy golpeada, aunque se piense lo contrario, fue el derecho a propiedad (para muchos la base de cualquier otra libertad junto al derecho a la vida). La verdad es que durante años las propiedades gozaron un cierto respeto por parte de un gobierno nacional incapaz de aplicar sus decisiones en todas partes, pero generalmente no de los muy capaces caudillos regionales, quienes en las relaciones de poder que entonces predominaban, muestran algo semejante a una microfísica del poder orientada hacia la preservación de las estructuras caudillistas de dominación.

Vemos ya 3 libertades muy importantes, a las que haría falta agregar las de asociación y participación política, también muy vulneradas durante nuestro pasado, nos dejan con una visión complicada que requiere ocupar numerosas líneas adicionales. Es una lástima que no contemos con mecanismos o indicadores de libertad contrastables de forma sistemática entre los países. A lo más contamos con las leyes, decretos, y decisiones de entonces, pero esto implica tomar, mucho más que hoy, en consideración el trabajo que cumplían o no los Estados en hacer cumplir las mismas.

Sobre “Venezuela adolescente” de Andrés Volpe.

Recientemente me topé por fortuna de las redes sociales con un artículo publicado en Analítica el sábado 08 de septiembre del 2012 titulado “Venezuela adolescente” . Baste decir que en general comparto varias aseveraciones que hace en el mismo, pero como estas líneas no están orientadas tanto a lo que comparto del artículo como mis diferencias, creo que es mejor avanzar lo más pronto posible al asunto.

Primero, lo compartido, parece evidente de acuerdo a los estudios de opinión que se han estado realizando por meses que la mayor parte de la población venezolana tiene deseos estables de cambio. Parece también que no se ha establecido un horizonte hacia el cual una gran parte de la población desee avanzar con claridad. Eso con respecto a la actualidad.

Ahora bien, cuando Volpe se refiere a que durante el segundo gobierno se pidió un cambio, hay que recordar que el cambio que la población eligió al votar por Carlos Andrés Pérez no estaba orientado hacia adelante, sino hacia atrás, el venezolano que dio su voto al candidato accióndemocratista estaba buscando un regreso a aquellos años de su primer gobierno, sin embargo, es bueno recordar que el país no era el mismo, y que las condiciones de Venezuela no permitían un avance a esa situación que, de igual forma, nos había traído al escenario de 1988.

En segundo lugar, considero que tratar a las reformas del segundo gobierno de CAP como liberales puede confundir más que aclarar. En efecto, hubo algunos intentos dentro de los puntos de liberar y privatizar, pero generalmente fueron encauzados de forma tal que no permitieron realmente la liberalización. Privatizaciones entre panas son el ejemplo más claro de lo que comento.

Estoy totalmente de acuerdo en que el socialismo tiene larga data en el país, incluso, las intentonas filomarxistas también. No se requiere tener PhD para ser marxista y tener propuestas marxistas, como parecen creer muchos izquierdistas románticos que reniegan la longevidad e incluso aplicación durante más de medio siglo de políticas socialistas. Se trata de una historia a la que, cuando la aceptan, critican en su ejecución técnica pero no orientación, era buena la idea, pero la echaron a perder. Incluso la generación de 1928 tiene a sus principales exponentes dentro de esta corriente del marxismo. No deja de ser cierto que Betancourt le dio tintes democráticos (enorme avance, está claro) a la implantación del socialismo, en concordancia con lo que otro grande de la socialdemocracia latinoamericana propuso: el peruano Víctor Haya de la Torre, y mucho más allá en Europa, siguiendo lo propuesto por el alemán Eduard Bernstein, esto es, el socialismo por etapas a través de elecciones.

Hay un elemento importante cuando Volpe comenta  “Quizás no sea solo culpa de nosotros, sino de la herencia católica que tenemos. Al menos, eso es a lo que apunta el sociólogo Max Weber.” Y en este punto difiero, especialmente porque el mismo Weber afirma que el capitalismo surge originalmente en los burgos italianos, católicos como es bien sabido, solo que proliferó con mayor facilidad en las regiones protestantes ascéticas. Pero esto por consecuencias no previstas de una ética que promovía la aceptación absoluta del trabajo como forma de cumplir los designios de Dios, a la vez que rechazaba los placeres mundanos y por lo tanto que conducía a una acumulación no prevista de riquezas. Además, países con tradiciones religiosas católicas, incluso otros con éticas ajenas a occidente, han tenido éxito.

Finalizo con dos cosas. Primero, el keynesianismo cada vez se sostiene más por fe que por evidencia, recientes investigaciones están demostrando que incluso su efecto multiplicador no multiplicó nada y que más bien tuvo una incidencia bastante limitada.

Segundo, y más importante, Capriles, y el caprilismo, no se plantean la pregunta de las resistencias a la austeridad de unas eventuales reformas liberales, pero esto es así no porque ignoren a los venezolanos, sino que no está planteado, a corto o largo plazo, la implementación de reformas de corte liberal. Existen algunos atisbos de avanzar en el terreno del control de cambio y los precios, sin embargo, difícilmente serán implementados si la situación del país se normaliza y vuelve la mentalidad de que con el ingreso petrolero se sostiene cualquier programa. Reformar el país a la usanza de propuestas liberales no es un objetivo real para quienes no creen ellas.

Libertad es: Crecimiento y Bienestar

Asumamos por un momento una realidad evidente en los indicadores económicos pero no en la opinión predominante de la mayor parte de los columnistas en el tema económico, el mundo de hoy muestra una multiplicidad de modelos económicos, pero ninguno de ellos se acerca realmente a los cacareados paradigmas. De esta forma se pueden apreciar una economía Sueca (para un análisis de Suecia ver «Modelos Suecos», por Johan Norberg, disponible en http://nationalinterest.org/article/swedish-models-869), que para el estatus quo de articulistas es un paradigma de socialismo eficiente, y una región especial como Hong Kong que se aproxima como ninguna otra región o país al capitalismo liberal. Sigue leyendo

Condenados al éxito.

Se dice que nuestra generación rompe los esquemas, que viene para, de una vez por todas, cambiar este país para bien. Que, ahora sí, la gente indicada va a lograr que Venezuela se levante de sus problemas, los supere, y abra las puertas a una edad de plata (o de bronce, dependiendo de la visión que tenga el analista sobre la llamada generación del 28) en nuestra historia. Tanto fue el agua al cántaro que se acuñó hace algunos años la expresión de la generación 2007, con la que se nos trataba de asimilar con quienes en los principios de siglo, habían sufrido, resistido, o soportado, las facetas del gobierno «gomecista». Sigue leyendo

Problemas comunes para un gobierno que…se viene ¿?

Cada vez falta menos, y ya muchos en Venezuela tenemos ideas de lo que pueden ser dos futuros diferentes, aunque el grado de sus diferencias varía notablemente de autor en autor. Si bien todos los días parece acortarse e incluso invertirse la brecha entre los dos principales candidatos que hoy pelean por ejercer el cargo de la Presidencia de la República, la ventaja del candidato Capriles o el emparejamiento de las intenciones de voto deben ser tomadas con mucha precaución. Sigue leyendo

Cuatro meses y contando.

Una realidad incontestable aparece en el horizonte, nos encontramos a casi 4 meses de la fecha clave que, como ya es habitual, se nos presenta cada año. Sigue leyendo

En las postrimerías de la revolución.

Se ha vuelto un lugar común asumir que los dados están echados. Algo parecido a nuestro propio “Allea jacta est”, tal como proclamó Julio César al cruzar el Rubicón para dirigirse hacia Roma. Parece ser que muchos, de todos los bandos posibles, puesto que hay más de los que se piensa aunque en lo sucesivo se discutirá de únicamente de los dos principales, mantienen la visión de que los próximos meses serán una cadena de eventos anunciados. Sigue leyendo